CULTURA TELAM – (Por Emilia Racciatti) Escritora, periodista y crítica cultural, Lucía Lijtmaer vino a la Argentina, su país natal, para presentar su novela «Casi nada que ponerte», una historia de amor y entrega atravesada por la moda, el consumo y el ascenso social en las últimas décadas del siglo XX, para la que puso en marcha la narrativa pero también investigación y entrevistas, y por la que volvió desde España, donde vive desde hace décadas por el exilio de sus padres.

Si bien es su primera novela -se publicó por primera vez en 2015 por el sello Libros del Lince y ahora es reeditada por Anagrama- Lijtmaer (Buenos Aires, 1977) la siente cercana, la retomó para la reedición y pese al vértigo de volver a leerse y encontrar aspectos de su vida personal y de su familia, aceptó el regreso de la historia de Jorge y Simón a las librerías.

Los dos protagonistas se conocieron siendo muy jóvenes en la década del 70, se enamoraron y armaron una sociedad dedicada a la moda que vistió a clientas desaforadas por sus creaciones y a modelos dispuestas a ser centro de la escena. La autora los conoció de muy chica, volvió de España para contar su historia y la transformó en este libro.

«Releerte siempre es como mirarte al espejo desnuda: hay días que no te apetece. Cuando te enfrentas al PDF, al manuscrito otra vez decís por qué hice esto, sobre todo con la parte más íntima. Me dio mucho pudor narrarme a mí, a mi familia, la historia de mis amigas. Volver ahí fue algo que ya había hecho y publicado pero lo he superado. Ahora estoy en una etapa de festejo. Una cosa es cuando el libro está en tu cabeza pero cuando lo ves en letra de imprenta, te entra una cierta congoja de porqué he hecho esto», relata sobre esta historia en la que vuelve a Jorge y Simón, dos personas que forman parte de los recuerdos de su infancia.

La obra de Lijtmaer comenzó con esta historia pero siguió con los ensayos «Yo también soy una chica lista» y «Ofendiditos. Sobre la criminalización de la protesta», y la más reciente novela «Cauterio», que guarda similitudes con ésta. Sobre ambas habló con Télam en una tarde de viento y sol en Buenos Aires, donde llegó invitada por Centro Cultural de España para participar del Filba y presentar «Casi nada que ponerte» junto a Luciana Peker.

-Télam: Este primer libro puede leerse como una historia de amor, como una historia sobre el exilio pero también como una crónica de época, ya que hiciste un trabajo de investigación, entrevistas y eso también está explicitado. ¿Cómo preferís definirlo?

-Lucía Lijtmaer: Escribir este libro fue difícil en la manera de gestarlo porque le tengo mucho respeto a la historia real en el sentido de que estas personas existen. Pese a que se lee como una novela y está sacado en la colección narrativa de Anagrama, podría estar en no ficción, se usan las técnicas de la ficción pero todo lo que yo cuento pasó, entonces creo que tiene que ser el lector el que decida cómo lo lee. Para mí es importante destacar que hubo un estudio de la historia de la moda, de la economía argentina, de las fluctuaciones de por qué importaban ropa en un momento dado. Mezclar ficción con no ficción habiéndome desempeñado como periodista mucho tiempo, hace que le tenga mucho respeto a esos límites. Por ejemplo, todos los que ven la serie «The Crown», creen que todo eso pasó y no. Hay partes ficcionalizadas pero que están mezcladas con hechos reales entonces a veces se toman como verídicas cosas que no sucedieron.

-T: También estamos en un momento en el que cuesta leer a la primera persona como ficción.

-L.L.. Es un problema enorme. El hecho de que todo lo que cuento pasó era muy diferenciable de inventar ciertas cosas para generar cierto tipo de atmósfera. Todas las entrevistas son reales, todos los testimonios también porque en principio quería escribir una crónica.

-T: ¿En qué momento entre tanto trabajo periodístico decís «Me freno y hago una deriva de esto»?

-L.L.: Lo marca el tiempo de obsesión con la historia. En los medios de comunicación una no siempre escribe lo que quiere sino lo que la actualidad marca. Por otra parte me parece que hay cosas que si las publicás en espacios periodísticos son de consumos mucho mas rápido.

-T: En este caso, la obsesión sobre esta pareja hace que tanto la narradora como el lector se acerquen de a poco, con intriga, temor.

-L.L.: Sí, ahora puedo identificar que hay ciertas obsesiones que son comunes en los libros que tienen que ver con la multiplicidad de voces, la deslocalización. En «Cauterio» hay dos mujeres que están fuera de su hábitat natural y tienen que migrar. Aquí, la voz narrativa que está en Argentina está deslocalizada, entiende las costumbres, la lengua pero es otro país para ella y le permite establecer casi una mirada antropológica. Y las posiciones de Jorge y Simón, que son dos que se sostienen el uno al otro durante décadas, también lo están. Los dos son de familias humildes y hay un ascenso de clase propio de su generación, la primera que va a la universidad en sus familias. Ellos son desclasados por un lado pero hacen un negocio de lujo, constituyen un negocio desde el lujo. Hay algo desaforado que Simón lee en las mujeres y él también lo es, no tiene limites. Y si la otra persona no los tiene pueden estar ahí empañando la cosa.

Él elige con quién y a qué. Es ante todo un vendedor nato. Cuando decido contar la historia de ellos dos me fascino con un lujo con el que no estoy familiarizada, entonces creo que eso dialoga con cierta cosa contemporánea de consumo desmedido de algunos pocos sectores.

-T: Es una historia de amor en la que hay mucha entrega. Estamos en una época en la que se habla de relaciones abiertas, poliamorosas y acá el amor está como entrega.

-L.L.: Es un sacrificio lo que hace Jorge por Simón, tiene los medios económicos para tener una cierta libertad social pero está ahí. Pasa en muchas parejas de larga duración, no es solo amor, es simbiosis y no se rompen fácilmente. Para mí aun así es una historia de entrega y amor. Lo vi así en ellos.

-T: La polifonía también es un aspecto que está en tus dos novelas. ¿Es algo que te interesa particularmente?

-L.L.: Es algo que me pasó con «Cauterio», que iban a ser tres voces y eliminé una. En este caso era muy importante que las clientas y las trabajadoras del negocio pudieran hablar y expresar lo que Jorge y Simón no me contaban, que es su experiencia vital trabajando ahí y la fascinación por algunas clientas. Me interesaba ver que había patrones que se repetían como que la primera vez que Simón te vendía un vestido no lo olvidabas nunca porque era para ti y te quedaba perfecto. Eso funcionó por acumulación. Porque no me lo dijo una clienta, me lo dijeron cinco. Tiene que ver con una cosa periodística también de contrastar las fuentes.

-T: En «Ofendiditos» te preguntás por cómo pararse ante la extrema derecha desde los feminismos, ¿cómo ves esa respuesta en perspectiva teniendo en cuenta que el avance de esta fuerza política en distintas partes del mundo?

-L.L.: Creo que el feminismo es la voz más discordante ante la extrema derecha y por eso hay castigo a las voces que están señalando el discurso ultraderechista en España, en Argentina, en América Latina y en el Reino Unido. Las mujeres que tienen voz en los medios de comunicación y hablan de feminismo y de ultraderecha, tienen problemas y son amenazadas.

En «Ofendiditos» hablo de la equidistancia que es mucho más peligrosa que la extrema derecha porque lo que hace es correr el prisma hacia la derecha. Si tu dices racismo o antirracismo, debatamos. Es ponerte en una posición que es política y es ponerte en una equidistancia ante el fascismo, el racismo. El problema no es solo la ultraderecha sino que genera otro fenómeno que es la equidistancia que no estaba en cuestión y ahora de repente los derechos son relativos y eso es muy preocupante. También creo que los medios de comunicación deberían hacer una autocritica respecto a quien han dado oxígeno y aire. Ahora ya está pero cuando eran menores y residuales, una cosa era examinarlo críticamente y otra plantearlo sin ningún tipo de crítica respecto a lo que eso implica.

-T: ¿Qué lugar tiene en este contexto la ficción?

-.L.L.: Creo que es el terreno de disidencia, de la imaginación y como tal, es sagrado. Ahora, las palabras no son inocuas, eso es un trabajo interesante no por la autocensura, yo creo que hay que trabajar con libertad pero la ficción es un terreno que uno explora desde un espacio muy personal. A veces me preguntan: ¿este libro es feminista o no? Y no sé, no lo escribí para escribir una novela feminista. Lo que me importa explorar en la literatura es el deseo, la transgresión, son las cosas que a una la movilizan, lo que te hace volar.

 

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