ESPECTACULOS TELAM – (Por Hernani Natale).- Marky Ramone, el único sobreviviente de The Ramones, revivió una vez más en vivo la música y el espíritu de la banda insignia del punk neoyorkino de los `70 en el concierto ofrecido anoche en el porteño Teatro Flores, en un encuentro con los fieles fans locales que desde varios años ya se ha convertido casi en un ritual anual.
Se trató del segundo concierto en suelo porteño, en donde debió agregar una función por entradas agotadas, en el marco de una gira que también pasó por Córdoba y Tucumán.
«Hay muchas bandas con muchas luces y con tanto autotune que no podés verlas bien. Nosotros cuando tocamos somos solo nosotros cuatros, sin tanta mierda, no hay nada más; y creo que el público debería poder ver al grupo real sin tantas cosas que lo distraiga», había advertido el célebre baterista en una entrevista brindada días atrás a Télam.
Y fiel a sus declaraciones, el músico neoyorkino cumplió con creces, al montar sobre el escenario, acompañado por el cantante Iñaki «Pela» Urbizu, un protegido el grupo neoyorkino y figura central del punk Euskadi; y por los locales Marcelo Gallo, exExpulsados en guitarra, y Martín Sauan en bajo; un contundente set de 45 canciones, prácticamente enganchadas, en 1 hora 45 minutos.
Casi sin interrupciones, desfilaron infaltables clásicos del cuarteto neoyorkino que conformó junto a Joey, Johnny y Dee Dee, como «The KKK Took My Baby Away», «She´s a Sensation», «Beat on the Brat», «Pet Cementery», «Sheena is a Punk Rocker» y, por supuesto, «Blitzkrieg Bop».
También hubo espacio para muchos de los particulares covers que The Ramones encaró a lo largo de su trayectoria y a los que le imprimió su frenético estilo, como el caso de «Have You Ever Seen the Rain», «Do You Wanna Dance?», «What a Wonderful World», «Needles and Pins», «Let´s Dance» y «Surfin´ Bird», por citar algunos.
Y como también había anticipado Marky a esta agencia, se echaron mano a muchos «lados B» de la famosa banda, celebrado por los fans con la misma efervescencia que los clásicos, como el caso de «Havana Affair», «You Sound Like You´re Sick» y «Tomorrow She Goes Away», por citar algunos casos.
Pero lo más importante fue que todo esto sucedió con todos los rituales escénicos y del público que caracterizaron siempre a las actuaciones de The Ramones, desde su primera visita al país en 1987 hasta su despedida mundial en 1996 en Velez.
Arriba del escenario, como se remarcó más arriba, fueron cuatro músicos concentrados en dejar la piel en cada canción, aunque sin un gran despliegue físico ni palabras demagógicas. Toda la desbordante energía puesta al servicio de la canción en un sobrio marco que no ofreció distracciones lumínicas ni gráficas.
En ese plan, a la altura de su leyenda y con la sabiduría que le dan los años, un concentrado pero relajado Marky sostuvo el pulso del grupo con precisión. Y, de tanto en tanto, esbozaba una leve sonrisa ante el espectáculo aparte que ofrecía el público.
Por demás sólida fue la tarea del resto de los músicos, con Marcelo Gallo sosteniendo las líneas armónicas desde la guitarra, Martín Sauan remarcando el pulso con el bajo y «Pela» Urbizu ocupando el centro de la escena, aunque consciente que no era el protagonista de la noche.
En realidad, el protagonismo tampoco se lo llevó Marky, sino el espíritu «ramonero» que inundó el reducto ubicado en el barrio porteño de Flores, a partir de los viejos y conocidos rituales indispensables en estos conciertos.
En este sentido, el baterista fue una especie de fundamental garante para que The Ramones reviviera en cuerpo y alma; y habilitara los celebratorios pogos, los revoleos de vasos de cerveza a modo de refrescante lluvia y la excitante alegría generalizada contagiada por la música, que no cesó ni un minuto.
Tras el cierre con «Blitzkrieg Bop» y el casi tímido saludo de Marky, el público recobró la cordura y se retiró en calma y feliz de haber sido partícipe de un conocido pero no por eso renovado ritual.
Por su parte, el baterista pudo quedarse tranquilo luego de comprobar que la llama «ramonera» permanece inalterable de este lado del mundo. Y Johnny, Joey y Dee Dee pueden descansar tranquilos porque, al menos en Argentina, el legado está en buenas manos.